El motivo fue el tener que acariciar una tarántula de forma que no se sintiera amenazada.

En mi viaje al río Amazonas (Perú), contraté un guía en Iquitos llamado Johny, para visitar una reserva de animales situada a unas horas de navegación. Era época en la que el río llevaba mucha agua y para trasladarse entre los poblados era necesario hacerlo en canoa. Cuando llegamos a la reserva, unos 20 cm. de agua lo cubría todo, por lo que tuvimos que ponernos unas botas catiuscas altas. Después de bajarnos de la canoa y andando por el río pasamos cerca de un árbol y Johny me enseñó una enorme tarántula encaramada al tronco porque parece ser que no les gusta mucho el agua, comentándome su extrañeza de encontrarla allí rodeada de agua. Como era un enorme ejemplar le saqué una foto y continuamos nuestro camino hacia la reserva.

Al pasar por debajo de otro árbol un mono muy joven y juguetón le saltó a los hombros a Johny, diciéndome que eran amigos y durante un ratito estuvieron jugando. Pero de pronto el mono que estaba en su cabeza mirando hacia atrás, se quedó inmóvil agarrando con mucha fuerza y tensión el pelo del guía. Enseguida Johny me preguntó que ocurría para que el mono tuviese ese comportamiento y cuando le miré la espalda vi la enorme tarántula y al mono que la miraba fijamente completamente quieto.

Cuando se lo comenté al guía, se puso muy nervioso y me dijo tajante que se la quitara de encima. Decirlo es fácil, pero para mí, que nunca había tocado una tarántula me pareció que me pedía la vida. La verdad es que le noté tan preocupado a Johny que no dudé que tenía que hacer algo, pero no tenía nada a mano con lo que quitársela, ni sabía la mejor forma de proceder. En milésimas de segundo pensé que la mejor forma de actuar, sería hacer que la tarántula no se sintiera amenazada y proceder despacio y con suavidad. La cogí con la mano sintiendo su peluda piel lo que me hizo tener un escalofrío, la solté, cayó al río y nadó alejándose a toda velocidad ¡¡¡ para mi alegría !!!

Pinchar en la imagen para ampliar

Después el guía me contó que tenía pavor a las tarántulas porque de niño le había picado una y había pasado una semana muy enfermo. Realmente he oído versiones de todo tipo respecto al peligro real de su picadura, pero en aquellos momentos pensé que me estaba jugando la vida.

En la reserva al ver mi ¡¡¡ valentía !!! se empeñaron en que me enroscara una anaconda de unos 7 metros para sacarme una foto, pero les dije que ya estaba bien de emociones por un día y que me limitaría a acariciarle un poco la barriga siempre que estuviese en brazos de otro.

Creo que tengo la virtud de permanecer tranquilo y controlar mis movimientos llegando incluso a poder pensar muy rápido sobre lo que debo hacer en cada momento, aunque supongo que no siempre será lo más correcto, pero por ahora siempre me ha ido bien.

Esta experiencia se me quedó grabada y al tiempo volví con mi esposa a Iquitos y al Amazonas, estando de nuevo con Johny, pero esa vez sin contratiempos.